
El oxigenado plan de Julio Santos se desarrolló según lo previsto, corroborando dos principios irrefutables: que cuando la muerte apremia algunas cosas cobran su verdadero valor y que el tiempo condensado adquiere el inconfundible sabor de la infancia. Su calidad de vida mejoró de manera notoria en todos los campos: en la familia, en el amor, en el trabajo, en el sexo e incluso, paradójicamente, en la salud. Hasta que transcurrido un mes (es decir, cinco años en el cómputo vital de Santos), Villodres lo citó con una urgencia más que alarmante para transmitirle lo que sin duda – pensó- sería una noticia fulminante. Sin embargo, todas sus expectativas se disiparon como la humareda de un mal sueño cuando el orondo doctor le reveló – sin dejar de palparse el abdomen – que todo había sido un lamentable error médico.
Julio Santos ya había adquirido en esos cinco años la suficiente clarividencia para no renunciar a su plan vital. Eso sí, se permitió la pequeña e imprevista licencia de añadirle un mes más: el tiempo necesario para planificar la desde entonces efímera y triste existencia del Dr. Villodres, pues le quedaban, según los designios divinos de su paciente, unos cinco años de vida. Una verdadera pena.
3 comentarios:
Buenas tardes,Joaquín,
He tenido la fortuna de descubrir tu blog y poder leer algunos de tus microrrelatos,que para mí son una novedad.
Me ha gustado éste en especial,al igual que hace el protagonista son sus días y sus noches,creo que condensas toda una novela en unas breves líneas.
Muy interesante tu forma de narrar,ya conocía tu forma de versar y desde luego ambas se corresponden en calidad,profundidad y originalidad.
Un abrazo,seguiré por aquí.
CON sus días y sus noches,he querido decir,jaja.Otro abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Madelyne, y muchas gracias por lo de "calidad, profundidad y originalidad".
Será un placer que sigas por aquí!
Un fuerte abrazo!
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