Los mejores alunizajes
se tienen en la infancia.
Entonces allanar el ojo
del rostro abogatado
de la Luna mientras los otros
hablaban de lo que era
ideal para tu futuro
no suponía gasto alguno.
Era hasta divertido
surcar las estrías del tiempo,
ocupar el satélite
con pensamientos ingenuos,
olvidarnos de nuestro
retorno a la Tierra ingrata.
Ahora, la Luna nos ofrece
su cara oculta, y sólo
nos queda esperar
el último aterrizaje.
se tienen en la infancia.
Entonces allanar el ojo
del rostro abogatado
de la Luna mientras los otros
hablaban de lo que era
ideal para tu futuro
no suponía gasto alguno.
Era hasta divertido
surcar las estrías del tiempo,
ocupar el satélite
con pensamientos ingenuos,
olvidarnos de nuestro
retorno a la Tierra ingrata.
Ahora, la Luna nos ofrece
su cara oculta, y sólo
nos queda esperar
el último aterrizaje.
( Joaquín Piqueras, Tomas Falsas)
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